Los adultos vivimos rodeados de un exceso de estímulos y actividades diarias que nos obligan a llevar un ritmo diario frenético. Esto nos afecta no sólo a nosotros sino a las personas que nos rodean, como pueden ser nuestros hijos a los que inundamos de actividades extras que no son capaces de sobrellevar en la mayoría de los casos.

Es muy importante que nuestros pequeños aprendan más allá de la escuela, que adquieran aficiones y descubran nuevos estímulos que puedan ayudarles a desarrollar otras habilidades. Además, es importante mostrarles herramientas que desarrollen su potencial, pero a menudo olvidamos que la mejor gestión de las capacidades es la que cada uno hace por sí mismo. Por tanto, darles todo un calendario de lo que deben hacer o a qué deben jugar, solucionándoles hasta el tiempo de aburrimiento, está ocasionando que nuestros hijos se conviertan en dependientes.

Aburrirse es sano. El aburrimiento les genera la necesidad de hacer cosas por sí mismos, de pensar y desarrollar su creatividad para llenar su tiempo de ocio. Nuestro cometido solo es darles tiempo para que aprendan a gestionarlo y guiarles en el proceso. Es cierto que, dependiendo de su capacidad creativa, tardarán más o menos en elegir una actividad con la que entretenerse sin recurrir a la televisión o la tecnología, y les podemos guiar sugiriendo un par de ideas como dibujar o jugar con plastilina, pero deberemos dejar que ellos elijan qué quieren hacer.

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