¿Sabemos gestionar las rabietas infantiles de nuestros hijos? ¿Alguna vez has vivido una situación embarazosa con tu pequeño pataleando por algo que no le gusta? Realmente son momentos en los que nos desesperamos y podemos llegar a perder los nervios, bien porque queremos pararlo y no podemos o porque estamos en un sitio público y sentimos que estamos dando un espectáculo. Comprender por qué los niños se comportan así y actuar correctamente es la clave para afrontar las rabietas.
Las rabietas suelen comenzar a los dos años, cuando los niños empiezan a desarrollar su independencia y no les gusta que sus padres les digan qué hacer o no les dejen hacer lo que quieren. Lo que quieren, lo quieren ¡ahora! y si no lo consiguen la forma de reaccionar es a través de una rabieta. Las situaciones más habituales en las que se suelen producir las rabietas son cuando los niños están haciendo algo y sus padres ordenan hacer otra cosa, cuando se les dice que no, si están cansados o tienen hambre y fruto de pequeñas frustraciones.
Para entender este comportamiento pensemos que los niños son muy pequeños y no tienen capacidad para expresarse y argumentar su disconformidad con los planes o decisiones de sus padres. Además, no saben gestionar sus sentimientos y esta incapacidad para expresarse, irrita y frustra al niño para llamar nuestra atención o manipular nuestras decisiones.
Ante estos casos, lo que no debemos hacer es ceder ante sus deseos, pegar o gritar, y alterarnos o enfadarnos. Hemos de enviar un mensaje claro a nuestro hijo: le ayudaremos cuanto se calme y, hasta que eso no ocurra, debemos ignorarle aunque esto nos haga sentir muy mal. Nuestro hijo necesita de nuestra paciencia y apoyo y, por supuesto, manteniéndole vigilado en todo momento.
Una vez que se ha calmado y sus nervios empiezan a relajarse, tu reacción ante él sólo ha de ser de cariño y comprensión. Es lógico que en ese momento quieras regañarle y que por no hacerlo te sientas mal, pero en el aprendizaje del niño las cosas funcionan de otra manera. Tu actitud debe ir acompañada de un mensaje en el que le hagas saber que estás feliz porque ya se ha calmado por él mismo. De esta manera estamos desarrollando su autonomía, esa por la que él comenzó la rabieta.
Gestionar las rabietas de los niños es una tarea desagradable y complicada para los adultos que genera sentimientos negativos como el enfado, culpa o tensiones. Hay que tener presente que la calma y mantenerse firme es vital en estas situaciones. Los niños necesitan modelos de comportamiento que les enseñen a gestionar y comprender sus propios comportamientos, y no chillarles o ponerles nerviosos.
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