Cuando te enfrentas a la toma de una decisión importante: ¿Eres de los que piensa demasiado analizando los pros y contras hasta el más mínimo detalles o, por el contrario, eres de los que piensa unos días y luego se aventura esperando lo mejor? Tomar decisiones a la ligera no es bueno, sobre todo cuando nos enfrentamos a una situación de puede cambiar considerablemente nuestro futuro: qué carrera estudiar, contraer un compromiso, tener hijos, cambiar de trabajo… Pero, ¿es bueno caer en el extremo?

Ser analítico y reflexivo es de ayuda en la toma de decisiones. Las personas con estas características suelen tener la cualidad de visualizar diferentes escenarios posibles pero, cuando estas cualidades se tornan excesivas, las desventajas de pensar demasiado se hacen presentes.

En primer lugar, podríamos citar que aparece la angustia. Pensar demasiado va provocando una acumulación de preocupaciones. Tras un nuevo pensamiento, va apareciendo una nueva angustia. Sin embargo estos pensamientos y estas angustias están solo en el imaginario, son posibles circunstancias que pueden darse o no, pero aún no existen en lo real. Prospectar todos los posibles escenarios en torno a una situación puede ser útil y ayuda a vislumbrar el panorama y tomar acción en consecuencia. El problema radica en que frente a cada situación se puede ir generando una preocupación que se convierte en algo abrumador.

Otra de las desventajas que puede surgir es la excesiva preocupación por situaciones que aún no han sucedido. Todas las preocupaciones que se generan durante el análisis exhaustivo de una situación dan forma a una de las desventajas de pensar demasiado: la dificultad para poner un límite a las previsiones. De otro lado, también nos puede provocar caer en la parálisis por el exceso de análisis. El establecimiento de planes es solo una fase del proceso, y detenernos ahí demasiado tiempo nos puede traer más frustración y angustias que la satisfacción de darle acción a nuestros pensamientos para dar paso al aprendizaje y la experiencia que nos da llevar a cabo nuestros planes.

Por último, no debemos olvidar que reflexionar en exceso sobre la toma de una decisión puede hacer que nos deje imposibilitados para concretar una elección, sobre todo cuando se le suman el temor, el perfeccionismo y la autoexigencia. No olvidemos que un excesivo perfeccionismo puede dañar significativamente la autoestima.

Por todo ello, podríamos concluir que es bueno meditar las decisiones antes de dar un paso al frente en una u otra dirección, sobre todo aquellas que pueden modificar sustancialmente nuestro futuro. Pero, al mismo tiempo, también es bueno pensar lo justo y necesario para no caer en el exceso que pueda provocarnos angustia, excesiva preocupación, parálisis e incluso dañar nuestro autoestima.

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